A lo largo de la vida, cada uno de nosotros tendrá que responder a esta pregunta que Jesús planteó a sus discípulos: "¿Quién decís que soy yo?".
Jesús iba de un lado para otro con sus numerosos discípulos (que no se limitaban en absoluto a los doce apóstoles), y en todas partes eran asediados por la gente. Algunos buscaban soluciones a sus problemas; se presentaban con numerosos y diversos problemas de salud y emocionales, en busca de salud y curación. Otros iban a verle para oírle hablar del Reino de Dios.
La vida era buena para los judíos; era aún mejor para los discípulos que, por asociación con Jesús, se habían hecho famosos.
La gente que se encontraba con Jesús salía de su presencia con una sensación de deja vu. Veían en Él, manifestaciones de los grandes tiempos de la historia judía, cuando Dios había usado a los hombres para hacer grandes y poderosas cosas. Así... comenzaron los rumores, de que Jesús era tal vez la versión reencarnada de grandes profetas como Jeremías y Elías.
Al parecer, Jesús nunca se detuvo a dar explicaciones, ni intentó poner fin a sus cavilaciones y conjeturas. Pero para los doce apóstoles que eran sus colaboradores más cercanos, aquellos a quienes entregaría su legado y confiaría la formación de su Iglesia, la historia era diferente.
No les bastaban las conjeturas, los rumores y las murmuraciones. Cada uno de ellos, que había vivido con Él, comido con Él, caminado con Él, bromeado con Él y escuchado cómo exponía los misterios del Reino de Dios, tenía que tener su propia revelación de quién era Él, para poder serle útil. Así que les preguntó: "¿Quién decís que soy yo?" Aquel día, Pedro, con la revelación del Espíritu Santo declaró que Jesús era "el Cristo, el hijo de Dios vivo".
Algún tiempo después, Marta, la hermana de María y Lázaro, amigos queridos de Jesús, confrontada con la cuestión de la identidad de Jesús, declaró que él era "el Cristo de Dios que había de venir al mundo."
"Tomás el Dudoso", confrontado con la evidencia de Jesús resucitado, declaró "Señor mío y Dios mío".
¿Y quién dices que es Jesús? Esa pregunta resuena a través de los milenios, y ahora te toca a ti responderla por ti mismo.
Por la misericordia de Dios, has oído hablar de Jesús; tienes cierto grado de comunión con otros que buscan y con los que parecen estar convencidos de Su divinidad y Señorío. Estás desarrollando alguna relación con Él, aprendiendo a confiarte a Él con fe. De todo lo que ha leído, oído y cantado, ¿quién le ha parecido que es Jesucristo?
¿Quién dice USTED que es Él?
Es la pregunta más importante que jamás se te pedirá que respondas, y en tu respuesta reside tu redención, tu liberación, tu suministro, tu suficiencia, tu esperanza de gloria, tu vida eterna...
¿Es Él el Salvador y Señor de tu vida?