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La búsqueda de la excelencia divina: Una búsqueda cristiana
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La búsqueda de la excelencia divina: Una búsqueda cristiana

Estaba buscando un diccionario en mi estantería cuando me encontré con Benjamin Franklin: En busca de un mundo mejor, de Page Talbott. Reflexionando sobre las valiosas lecciones que aprendí cuando leí por primera vez este libro, sentí un profundo impulso para escribir un post sobre la búsqueda de la excelencia, enraizada en nuestra fe.

El gran filósofo Aristóteles escribió una vez que "somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, pues, no es un acto, sino un hábito". Para nosotros, como cristianos, esto suena a verdad: estamos llamados no sólo a momentos de bondad, sino a una vida continua que refleje el carácter de Cristo y los dones que nos ha dado. Creemos que hemos nacido para ser lo mejor que podemos ser para la gloria de Dios y, como tales, debemos desarrollar hábitos positivos que honren a Cristo. Para perseguir esta excelencia piadosa, necesitamos metas con propósito y oración, un corazón apasionado y dedicado, y la disciplina de un crecimiento espiritual e intelectual de por vida.


1. Establecer metas como una hoja de ruta piadosa 🗺️

Puesto que la excelencia es un estado del ser, no un acto que se realiza una sola vez, es esencial tener objetivos que te sirvan de hoja de ruta guiada por el Espíritu Santo. Cuando tienes un destino en mente -una vocación específica, un hito espiritual o una habilidad que desarrollar- puedes discernir si estás dando los pasos correctos o no.

Imagina que emprendes un viaje sin consultar al Señor y sin conocer tu destino. Podrías acabar fácilmente perdiendo un tiempo y unos recursos preciosos. Como aconseja Proverbios 16:3, "Encomienda al Señor tus obras, y tus pensamientos serán afirmados". Hacer de la fijación de objetivos una parte integral y orante de tu vida significa alinear tus ambiciones con la voluntad de Dios y confiar en Su dirección. Cuanto más metas y actúes con fe, mejor preparado estarás para servirle.


2. Cultivar la pasión como impulso con propósito 🔥.

En la búsqueda de la excelencia, debes estar verdaderamente apasionado y dedicado a alcanzar el propósito que Dios te ha dado o a llegar a tu destino. Esta pasión es la convicción interior de que el trabajo que estás haciendo es importante para el Reino.

Por ejemplo, una estudiante universitaria cuyo objetivo final es convertirse en una gran doctora en medicina para gloria de Dios trabajará con diligencia en todos sus cursos, incluso en los más difíciles. Entiende que graduarse con notas excelentes es parte de su vocación, un paso necesario para servir a los demás a través de la medicina. Su camino no terminará ahí porque se ha acostumbrado a buscar la excelencia, una mentalidad que la impulsa a seguir trabajando duro para cumplir su compromiso. Cuando tu objetivo final está impregnado de un propósito y de amor por lo que haces, te sientes profundamente motivado. Te das cuenta de los obstáculos espirituales y prácticos, y estás dispuesto a trabajar más duro para ver realizados los sueños que Dios te ha dado. Colosenses 3:23 nos recuerda: "Todo lo que hagáis, trabajad de corazón, como para el Señor y no para los hombres".


3. Abrazar el aprendizaje y el crecimiento permanentes 🌱.

No es de extrañar que quienes persiguen la excelencia -especialmente quienes buscan crecer en su fe y en su impacto- desarrollen el hábito del aprendizaje permanente. Actualizan constantemente sus habilidades, conocimientos y capacidades para ser administradores más eficaces de sus dones.

Alcanzar la excelencia requiere invertir en uno mismo, no sólo a través de lecturas profesionales o conferencias, sino profundamente a través de la inmersión diaria en la Palabra de Dios, la participación en estudios bíblicos y la oración constante. Nuestra educación no termina cuando salimos del aula o terminamos un proyecto. Debe continuar porque la madurez espiritual y el dominio práctico son procesos continuos. Perseguir la excelencia implica reconocer que sólo Dios "lo sabe todo", y que siempre hay margen para mejorar nuestro carácter, servicio y comprensión.

En conclusión, la excelencia cristiana se desarrolla estableciendo objetivos bien definidos en oración y actuando con diligencia y fe para alcanzarlos. En su búsqueda, apasiónese por lo que está haciendo como para el Señor, y cultive siempre el hábito del aprendizaje permanente y el crecimiento espiritual. Cuando veas la excelencia no sólo como un logro personal, sino como una vocación y un acto de adoración, seguramente te darás cuenta de la verdad de la afirmación de Vince Lombardi de que "la calidad de la vida de una persona está en proporción directa a su compromiso con la excelencia, independientemente del campo de actividad que elija."

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