Concentra todos tus pensamientos en el trabajo que tienes entre manos. Los rayos del sol no queman hasta que se enfocan", fue hecha por Alexander Graham Bell, famoso por su invención del teléfono. Como creyentes, podemos ver esta sabiduría como una poderosa herramienta, que añade un inmenso valor a nuestras vidas cuando tratamos de alcanzar los objetivos y las llamadas que Dios ha puesto ante nosotros y resolvemos no rendirnos cuando surgen desafíos.
El reto de la distracción
La verdad es que vivimos en un mundo en el que concentrarse en una idea o tarea es increíblemente difícil. Las distracciones están por todas partes. En nuestra generación digitalmente conectada, nos vemos constantemente presionados por correos electrónicos, mensajes de texto, mensajes instantáneos, llamadas telefónicas y las exigencias del trabajo o la escuela. A menudo tenemos prisa y estamos condicionados a esperar respuestas inmediatas del mundo que nos rodea. Esta actividad constante y dispersa hace que perdamos fácilmente de vista nuestro propósito definitivo: la llamada única que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Esta actitud de "ir a la deriva" puede hacer que nos rindamos fácilmente cuando nos enfrentamos a retos difíciles. En lugar de perseverar mediante la fe y la oración, pasamos rápidamente al "plan B" o abandonamos por completo los objetivos que Dios nos ha dado.
El poder de la concentración piadosa
Sin embargo, tengamos en cuenta que aquellos que logran grandes cosas para el Reino y alcanzan resultados aparentemente imposibles son personas que utilizan el poder de la concentración. Ellos entienden que cuando enfocan su voluntad y esfuerzo - alimentados por la oración y una profunda convicción de la dirección de Dios - pueden ver grandes avances.
En lugar de la Ley de Atracción, anclemos este concepto en el Poder de la Palabra de Dios y Sus Promesas. Las Escrituras nos dicen: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12:2) y "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:2). Esto significa un enfoque intenso y positivo arraigado en nuestra fe.
Cuando nos centramos intensamente en lo que Dios nos ha llamado a hacer, armados con pensamientos positivos y llenos de fe, podemos superar las barreras espirituales y prácticas que se interponen en nuestro camino. La cita de Bell está bellamente ilustrada por la lupa: cuando los rayos del sol (que pueden representar la luz y el poder de Dios) se concentran en un solo punto por la lente de nuestra intención y esfuerzo enfocados, crean una llama de poder transformador. Ese es el poder de la concentración, ¡aplicado con fe!
Centrarse en el camino, no en los escollos
Recuerdo cuando aprendía a conducir y me di cuenta de que cometía la mayoría de los errores cuando no estaba totalmente concentrado. El consejo del instructor era sencillo: "Mira en la dirección que quieres ir y nunca te concentres en donde no quieres ir".
Esta es una poderosa verdad espiritual. Cuando nos volvemos muy específicos sobre el camino recto en el que Dios nos quiere o la meta que ha puesto ante nosotros, se hace mucho más fácil lograr los resultados deseados. Si constantemente nos detenemos en nuestros temores, los obstáculos o nuestros fracasos pasados, perdemos nuestro enfoque. Pero si fijamos nuestros ojos en Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe (Hebreos 12:2), nuestras habilidades y resolución mejoran.
Imagínese el compromiso de algunas de las grandes figuras de la Biblia, personas como el apóstol Pablo, que dijo: "Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y procurando lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13-14). Ese enfoque único, impulsado por un profundo deseo de cumplir la voluntad de Dios, nos da la motivación que necesitamos para mantenernos en el camino del éxito en Cristo.
Cultivar el enfoque piadoso
Para utilizar el poder de la concentración, necesitamos reservar intencionadamente momentos de silencio para la autorreflexión y la oración. En esos momentos, concéntrate en aquello a lo que Dios te llama con intenso deseo, y hazte las preguntas adecuadas: ¿Cuál es mi próximo paso fiel? ¿Cómo puedo mejorar mis métodos actuales para servir mejor a Dios y a los demás? ¿Qué cosas positivas y bíblicamente sólidas quiero ver en mi vida y en mi ministerio?
En última instancia, la concentración consiste en concentrar nuestros recursos -nuestro tiempo, talento y energía- en un único propósito dado por Dios. Se trata de apegarse a sus planes y llevarlos a cabo con perseverancia. Debes ser capaz de centrar tu mente en un plan, en un propósito a la vez. Cuando haces esto, cimentando tu corazón y tu mente en Cristo, puedes lograr cualquier cosa en la que pongas tu corazón y tu mente para Su gloria.
¿Por qué no lo intentas? Comienza a concentrarte mejor en cualquier meta que te hayas fijado, o en cualquier tarea que te hayas propuesto realizar, encomendándotelas plenamente al Señor. Seguramente obtendrás grandes resultados y alcanzarás el éxito en tu vida, todo para la gloria de Dios.